Reproducimos el artículo de Nuria Navarro y Francisco Espinosa de los Monteros Sánchez para “Raíces” sobre los atributos Reales que portaron la Virgen y el Niño.
La segunda mitad del siglo XVIII supone un período de cierta prosperidad en Andalucía Occidental, fruto de la continua llegada de mercancías desde Indias. Este auge económico caerá en declive a finales de la centuria, momento en que circunstancias negativas de todo tipo (crisis, guerras, epidemias, la incompetencia de nuestros monarcas…) hacen caer en franca decadencia a toda la nación, perdiéndose a partir de este momento buena parte del patrimonio y de las corporaciones que habían florecido anteriormente.
A partir de 1750, las circunstancias económicas favorables y el auge de la religiosidad popular hacen que se renueven o construyan nuevos templos, florezcan las hermandades y se encarguen toda una serie de elementos ornamentales y objetos artísticos relacionados con el culto. Será precisamente el arte de la platería uno de los que alcanza mayor relevancia en estos momentos gracias a las ingentes cantidades de plata que provenían de las colonias americanas, creándose numerosos centros artísticos entre los que podemos destacar el cordobés y el que se estableció en Sevilla alrededor de la Plaza de San Francisco. Es precisamente de este núcleo hispalense del que provienen buena parte de las piezas de platería conservadas en Valverde del Camino de esa época y, en particular, de las joyas de la Virgen del Reposo de las que trataremos más adelante.
En efecto, alrededor de la sevillana plaza de San Francisco se establece un núcleo con distintos talleres de orfebres a lo largo del siglo XVIII. Es el caso de los Palomino (Vicente, Agustín, Rafael y Miguel), los Castañón (Manuel y Carlos), Domingo Valbuena, Vicente Gargallo, Bernardo Almaraz, Francisco Espián, etc., obradores todos estos activos hasta principios del siglo XIX. La concentración fue tan grande que hacia 1800 había más de 40 plateros en los alrededores de dicha plaza, hecho explicable quizás porque en la capilla de San Eloy del convento de San Francisco tenían su altar gremial.
Además de éstos, hubo otros dos talleres de platería con gran actividad en el siglo XVIII pero que desaparecen a finales de dicha centuria, ambos están relacionados por lazos familiares y son el taller de los Garay (Laureano, José, Juan Antonio, Diego y Manuel Francisco) y el obrador de Blas Amat y sus hijos Fernando, Lázaro y Francisco. Es precisamente sobre estos plateros, y en particular en torno a dos de ellos, Manuel Francisco Garay y Blas Amat, sobre los que girará nuestro trabajo.
LAS CORONAS Y EL CETRO DE LA VIRGEN DEL REPOSO
Consideramos que a lo largo de los años se ha prestado poca atención a las piezas de orfebrería de la hermandad de la patrona, no habiendo apenas datos publicados sobre la corona que usa la virgen en su fiesta grande, así como de la corona y el cetro del niño.
Las tres piezas de las que hablamos son obras del siglo XVIII de una gran calidad artística, que se salvaron en los acontecimientos de 1936 al encontrarse guardadas en una sala que está a la izquierda del camarín de la Virgen y donde el fuego no llegó a entrar. Estas joyas, quizás por el gran valor que tenían, no se usaban cotidianamente y se reservaban para los días de culto y la procesión de septiembre.
En un antiguo libro de acuerdos de la hermandad del Reposo que se conserva en la sacristía de la parroquia, se recoge en un cabildo celebrado el 8 de noviembre de 1760 una donación que D. Pedro Castilla y Caballero hará a la hermandad. El texto dice que “…atentos a que la corona de la Virgen Santísima del Reposo que hoy tiene no es decente, se haga otra más costosa y de obra más primorosa, que sirva en las principales fiestas de la Virgen, y quede la que ahora tiene para uso de todos los días”. Vemos pues como en torno a los años 1760 - 1761 se realiza la corona que toca la cabeza de la Virgen en su fiesta grande, pero nada hemos encontrado sobre la fecha de ejecución de las piezas del niño.
Siendo conocedores de que la mayoría de las piezas de orfebrería de cierta calidad están punzonadas y sería, en caso de encontrársele el punzón del orfebre, relativamente fácil conocer su autor, la hermanad (a la que agradecemos enormemente su colaboración) tuvo a bien dejarnos hacer un estudio más exhaustivo de las joyas en el que comprobamos que, efectivamente, contaban con la marca que nos permitiría desvelar la autoría de sus ejecutores.
En general, las piezas de orfebrería se consideran “obras preciosas” pues aparte de poseer un gran valor artístico cuentan con un importante valor material que le viene dado por el metal con el que se han ejecutado, en algunos casos plata (caso de la corona de la Virgen del Reposo) y en otros casos oro (material en el que están realizados la corona y el cetro del infante), siendo además muy común adornarlas con piedras preciosas que les aportan valor añadido. Para certificar de alguna forma y dejar constancia de la calidad de las piezas que se realizaban, los orfebres utilizaban los punzones.
En los talleres del S XVIII se utilizaban normalmente tres marcas diferentes para certificar las piezas: la primera correspondía al artista que realizaba alhaja y solían ser, en la mayoría de los casos, letras, bien con sus iniciales (caso de Manuel Francisco de Garay que pensamos punzonaba con MG), apellidos completos (En el taller de los Amat se usaba el apellido como punzón) o, como es el caso de Juan Laureano de Pina que punzonaba con su nombre y su primer apellido (aunque este orfebre no solía firmar sus piezas). El segundo punzón correspondía a la ciudad en la que se realizaba la pieza (en los talleres sevillanos se usaba una marca con la Giralda o, ya en el siglo XIX, el símbolo del NO&DO, entre otras). La tercera marca se llama “Fiel contraste” y se realizaba por un maestro, a menudo elegido por el gremio de los plateros, para dar fe y certificar la calidad del metal precioso con el que estaban hechas las alhajas.
En las joyas valverdeñas encontramos tan sólo una marca en cada una de ellas que se corresponde con el punzón del artista. Era relativamente común en la época usar un solo punzón para ahorrar gastos, pues mientras más punzones tuvieran las piezas más dinero era necesario desembolsar.
En el caso de la corona de la patrona valverdeña, realizada entre 1760-1761, encontramos 3 marcas iguales con las iniciales MG, que pensamos se corresponden con las iniciales del insigne orfebre de ascendientes vascos y afincado en Sevilla Manuel Francisco de Garay, cuyo punzón era desconocido hasta el momento y que pertenecía a una importante saga de artistas relacionados por parentesco con los Amat, de ahí las formas y características comunes que se observan en las piezas de ambos talleres, a la sazón situados el uno al lado del otro.
En el caso de la corona y el cetro del niño se observa punzonado con claridad el apellido AMAT, no dejando lugar a dudas quienes fueron las manos que labraron las joyas que porta el infante de la patrona valverdeña. Estas dos piezas serían realizadas con posterioridad a la corona de la Virgen aunque con anterioridad a 1788, fecha del fallecimiento de Blas Amat.
LOS GARAY Y LOS AMAT. DOS SAGAS DE PLATEROS EN LA SEVILLA DEL SIGLO XVIII
En torno al taller de los Garay poco se ha investigado hasta el momento. La mayoría de las pocas publicaciones que hacen referencia al mismo no hacen sino repetir lo que ya publicó José Gestoso en 1900 sin añadir nada relevante. Es por ello que existe una notable confusión en cuanto a los nombres de los mismos y a su parentesco, confundiéndose a veces la obra de unos con la de otros. No vamos a realizar en este momento un estudio extenso sobre estos plateros de origen vasco, pero al menos intentaremos de esbozar las relaciones entre los miembros más importantes del taller para comprender mejor su funcionamiento.
El cabeza de familia era el platero vasco Juan Antonio Garay. Activo ya desde finales del XVII en Sevilla y casado con Bernarda Luque, tienen al menos cuatro hijos que se dedican al arte de la platería: Laureano, José, Diego Antonio y Manuel Francisco. Todos ellos tenían taller familiar en la sevillana Plaza de San Francisco número 56. Laureano de Garay, el mayor de ellos, casó con Leonor de Sandoval, y de ese matrimonio nace Ana de Garay en 1711, de interés porque, como veremos más adelante, casa en 1730 con el platero Blas Amat. Otro de los hermanos, José de Garay, padrino de Ana de Garay, fue a su vez maestro de Blas Amat. Como vemos, los lazos familiares entre familias de plateros eran comunes en la época, como pasaba con otros gremios como pintores o escultores. Por último, Diego Antonio de Garay fue el maestro de su hermano menor Manuel Francisco, otro de los personajes que más nos interesan en nuestro artículo. Manuel debió ser el menor de sus hermanos, y se examina como platero en 1738 continuando con el taller familiar hasta bien avanzado el siglo XVIII. No se conocía su punzón, pero pensamos que pudiera ser el que aparece en la corona de la Virgen del Reposo.
El otro personaje del que hemos hablado en nuestro trabajo es el platero almeriense Blas Amat. Sus datos biográficos y la relación entre Blas Amat y los Garay queda clara en su expediente matrimonial con fecha 20 de octubre de 1730, parcialmente publicado por Rosa María Salazar en fechas recientes y que ahora damos a conocer en su totalidad. En el mencionado expediente matrimonial (Archivo General del Arzobispado de Sevilla, Vicaría General, Matrimonios Ordinarios, Legajo 1046, letra B, 1730), Blas José Amat Lázaro se declara hijo de Blas Amat Cortés y de Juana Lázaro Duarte, siendo natural de la localidad almeriense de Huécija, donde nació el 19 de mayo de 1708, siendo bautizado diez días después. Cuando Blas contaba con cuatro años y medio de edad la familia Amat se traslada a Écija, y es por eso que existe la confusión en muchas publicaciones atribuyéndosele a esta localidad sevillana el lugar de nacimiento de nuestro platero.
En 1728 Blas Amat se traslada a Sevilla. Entendemos que es en este momento, con 20 años de edad, cuando Blas entra en el obrador de los Garay y donde debió conocer a la que sería su futura esposa. En efecto, en octubre de 1730 Blas Amat se casa con Ana Antonia Cristina de Garay, nacida el 24 de julio de 1711 e hija, como dijimos anteriormente, de Laureano de Garay y Leonor de Sandoval. Fue padrino de bautismo su tío José de Garay, maestro de Blas Amat. En el expediente matrimonial figura además como testigo su tía María Cervantes, esposa de José de Garay.
Blas Amat tuvo al menos cuatro hijos varones: Fernando, Lázaro y Francisco, plateros como el padre; y José Braulio, grabador. Este último tuvo relaciones también con Valverde del Camino, ejecutando un conocido grabado de la Virgen del Reposo a finales del siglo XVIII. Blas Amat fallece en Sevilla en 1788, siendo enterrado en la parroquia del Sagrario.
Quedan por tanto patentes las relaciones laborales y de parentesco entre los Garay y Blas Amat. Esta es la razón por la que firman juntos varios trabajos, habida cuenta de que uno de ellos sería el encargado de realizar el diseño en papel, pudiendo ser otro de ellos el que ejecutara la pieza argéntea. Al respecto se conservan diversos dibujos realizados por Blas Amat que dan prueba de su pericia con el diseño.
CONCLUSIONES
Hasta aquí llega nuestro breve trabajo de investigación sobre las más destacadas piezas del ajuar procesional de la Virgen del Reposo, realizadas por algunos de los más notables plateros sevillanos de la segunda mitad del siglo XVIII. La corona de la Virgen sería por tanto una pieza de Manuel Francisco de Garay, realizadas hacia 1760-61; mientras la corona del Niño Jesús y el cetro son obras de Blas Amat, realizadas en un momento determinado entre 1761 y 1788. Esperamos que ahora, al poner en su contexto estas obras, a menudo poco conocidas a pesar de sernos tan familiares, seamos capaces de valorar más el rico patrimonio artístico que atesoran nuestras hermandades, fruto de siglos de devoción y de la labor desprendida de sus hermanos.